domingo, 28 de noviembre de 2010

Gran Error.

Todos cometemos errores a lo largo de nuestra vida. Ciertos errores son pasajeros, no tienen ninguna importancia ni traen consecuencias con ellos. Pero hay errores que no traen consigo una consecuencia, sino que traen muchas. Un error de ese tipo es aquel que cometes cuando pierdes tiempo en buscar una cosa, te sacrificas para conseguirla, la consigues, luchas para mantenerla, pero de un día a otro te da la patada. Ese fue mi principal error, perdí tiempo buscándote, inventé maneras para conseguirte, luché con todas mis fuerzas para mantenerte conmigo, para mantenernos juntos, pero un día sin ningún motivo me diste la patada tirándolo todo por la borda. Tiraste mi esfuerzo de tanto tiempo, mis ilusiones y todo lo que nos unía. Ahora que ha pasado un tiempo puedo decir que perder el tiempo así fue un gran error que cometí a lo largo de mi vida, pero aunque no te lo creas te tengo que dar las gracias. Sí, a ti. Gracias a todo lo que sucedió he aprendido. He aprendido a no fiarme de nadie hasta que me demuestre que se merece mi confianza, es triste, lo sé. Perderé a mucha gente que merece la pena por no haber confiado en ellos cuando me dieron la oportunidad, estaré sola mucho tiempo dándole vueltas a las cosas que se cruzan por mi cabeza, intentando descubrir porque yo soy la que tiene que sufrir esto cuando el que va dando patadas al aire por la vida eres tú. Y de ahí sacó el mayor error que he cometido y que mucha gente comete diariamente: pensar que la gente honesta y decente es la que consigue ser feliz. Es un gran error porque quienes son felices son los que hacen daño gratuitamente allá por donde pisan. Os daré un consejo, tened cuidado con cada pisada que presenciáis. Estad alerta porque esa simple pisada os puede amargar el día o incluso la vida durante un momento.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Sin Consecuencias.

Puede que sea porque he estado estudiando a Aristóteles durante esta semana, pero hoy me he puesto filosófica. Siendo sincera, no suelo hacerlo. Simplemente porque cuando lo hago suelo llevarme chascos bastante grandes, ya que lo de pensar antes de actuar no se me da muy bien. Soy consciente de que debería empezar a pensar en plantearme cambiar de forma de actuar, pero no soy capaz de ello, ya que cuando lo intento hay algo que me hace arrepentirme de haberlo hecho. Ponerse filosófica significa ponerse a reflexionar sobre lo que te rodea, sobre lo que conlleva ser un adolescente en un país de mayoría adulta o sobre cómo tienes que actuar para no hacer daño a los que te quieren y protegen. Al no pensar antes de actuar, las consecuencias de mis actos suelen ser bastante graves y dañan a algunas personas. Me siento muy mal cuando veo que gente sufre por culpa de mis consecuencias, pero eso es el precio que tengo que pagar por vivir sin consecuencias. Algún día estas consecuencias me golpearán en la cara y aprenderé a base de reprimendas. Pero hasta entonces, y siento decirlo, no creo que consiga remediar mi forma de ser y seguiré viviendo sin pensar en las consecuencias de mis movimientos.

Empezando con un número y un flamenco azul

No creo que sea mucha gente la que lea esto, pero siendo sincera eso no me importa mucho. No creo esto con el fin de hacerme popular ni ser conocida por España o por el mundo como la mejor escritora de internet, principalmente porque no lo soy. La poca gente que lo lea, puede que se pregunte ¿Por qué doce? ¿Por qué flamencos? y ¿por qué azules? La verdad es que todo tiene su motivo. El doce es mi número de la suerte, no soy muy supersticiosa, pero desde que es mi número de la suerte no me ha ido mal con él, así que ¿por qué cambiarlo? Los flamencos no son mis animales favoritos, y os preguntaréis que si no lo son ¿por qué los he elegido? Puede ser porque desde pequeña mi madre me ha estado recordando cada día de mi vida, que tengo una imaginación desbordante y uno de los motivos es que siempre he querido tener un animal exótico como mascota. Cuando iba a la guardería y nos mandaban hacer dibujos yo siempre dibujaba cada vez un animal diferente, pero todos tenían en común lo mismo: eran animales que no entraban dentro del concepto de una mascota. Al principio no tenía muy bien definido que animal me gustaría tener en mi futuro jardín (que aún no tengo), pero con el tiempo fui descartando animales. Primero descarté la serpiente, ya que fruto de una experiencia infantil, descubrí que mi madre las teme y que si meto una en casa me convertiré en una persona huérfana, ya que un ataque al corazón sería lo más suave que le podría pasar a mi progenitora. Poco a poco me fueron quedando pocos animales, entre los que escogí al flamenco, ya que para mí es el más bonito, y en cierto modo, el más inofensivo de entre todos esos exóticos seres. Finalmente, escogí el color azul, porque aparte de ser mi favorito, ¿alguna vez habéis visto un flamenco azul?, en esa respuesta está el motivo, ya que ¿qué cosa sería más original que tener un flamenco azul en el jardín de tu casa?