jueves, 15 de septiembre de 2011

Dudo que te lo merezcas.


Desde que tengo memoria, siempre he sido de esas personas que pensaban que la frase "Todo el mundo obtiene  lo que se merece" era completamente cierta. Hoy puedo decir que estaba totalmente equivocada. Conozco a muchas personas que nunca se han esforzado por salir adelante, que les resbala todo lo que les rodea, que se comportan de manera ruín con los demás y que nunca reciben cosas buenas de la vida, es más, todo lo contrario. También conozco a gente que es la bondad personificada, que nunca ha roto un plato y que ni se les ha pasado por la cabeza hacerlo y que son recompensadas continuamente con cosas buenas. Pero después de estos dos grupos he descubierto que hay otro grupo de gente: personas que no pueden ser más buenas porque excederían los límites de la bondad, pero que en cambio, reciben todo lo negativo y encima conjuntamente, de golpe. Esas personas no se merecen eso, y por experiencia propia se que lo pasan muy mal cuando esto les ocurre, ya que no saben el porqué y se preguntan continuamente como hacer para evitarlo, en el fondo sabiendo que hagan lo que hagan, la pelota de cosas malas rebotará contra su muro hasta romperlo y entrará en su vida de nuevo para amargarla cada vez, un poquito más. Quizá debería tomar un ejemplo más personal para explicaros este último tipo de personas. 
  Hace unos meses entró en mi vida una persona muy especial (no viene a cuento decir el nombre), en un principio no llegué a pensar que se metería tan de lleno en mi vida, pero así fue y no me arrepiento de ello. Esta persona se ha ganado mi cariño con cada sonrisa que me ha sacado, con cada lágrima que ha evitado que derramase, con cada palabra de amistad que me ha dicho y con cada gesto que me ha dedicado. Me ha ayudado en infinitas ocasiones, de esas en las que estás tan desbordado que sólo quieres soltarlo todo y que alguien esté ahí escuchándote sin decir una palabra, sólo esperando a que termines para darte un gran abrazo reconfortante que calmará todas tus penas. Y siguiendo la regla en la que creía yo hace un tiempo la vida debería de haberle dado toda la felicidad existente, ¿no? Pues estáis equivocados. Desde hace unos meses su vida no ha sido lo que se dice precisamente, fácil. Ha atravesado numerosos baches y aún está intentando librarse de ellos. Se que lo conseguirá, porque en el fondo, sigo teniendo un poquito de fe en esa regla y se que ella recibirá todo lo que se merece y mucho más, porque no es poco. Con esto quiero decir que aunque puede que en ocasiones vuestra vida parezca sacada de una película de terror, hay una profunda luz al final del túnel, por lo que sólo tenéis que seguir caminando y caminando hacia ella, y si es en compañía de las personas que más os quieren mucho mejor, porque cada vez estoy más convencida (aunque no esté al 100% segura) que en mayor o menor medida todo se soluciona y que aunque puede que no todos recibamos lo que nos merecemos, siempre encontraremos una recompensa en algún lugar que nos haga sonreír y evadirnos de nuestro negro mundo, aunque sólo sea por un corto periodo de tiempo.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Hasta el límite.


Se sentía poco importante, infravalorada, insegura... A los ojos del mundo podía parecer que era caprichosa, que se quejaba de vicio, que lo hacía para llamar la atención; pero nadie sabía lo que ocurría en realidad. La realidad era muy diferente y a la vez muy triste. Tenía la edad perfecta para pensar en jugar con muñecas, pero no lo hacía. Se sentaba en su habitación, acurrucada contra la pared, llorando. No sabía porqué su vida era así y por mucho que lo intentase aún no había aprendido a vivir con ello, con el hecho de que no existía para su padre, con el hecho de que él no la quería. Lo peor de todo es que ella no sabía el porqué. En el colegio presumía ante sus amigos de su apellido, diciendo que era tan especial y maravilloso porque lo compartía con su padre y para ella era algo que los unía, pero sólo para ella. Cada noche se iba a la cama pensando que al día siguiente todo sería diferente, que su padre la iría a despertar con una sonrisa y un beso; un beso es lo que ella había estado pidiendo todas las Navidades como regalo, un simple beso por parte de su padre, pero cada día al despertarse todo seguía igual. Los años fueron pasando y se convirtió en una adolescente llena de preguntas y problemas como la mayoría de ellos, pero ella a diferencia del resto, no tenía a quien hacer esas preguntas, a quien contarle sus problemas, no tenía a nadie que le dijera que todo iba a estar bien, no tenia a nadie a quien poder hacer sentirse orgulloso de ella, no tenía a nadie a quien poder abrazar; pero ella lo intentaba, incansablemente día tras día que su padre la abrazase, la apoyase, la ayudase pero nunca lo logró. Vivió sola, se enfrentó por sí misma al mundo y luchó contra todo lo que se le venía encima, pero siempre con la misma pregunta en la cabeza ¿por qué?. No sabía el motivo por el cual su padre la evadía y la hacía sentirse la peor persona del mundo. Creció sin saber la respuesta, se convirtió en una buena madre, la mejor sin duda alguna. Crió a sus hijos con todo el cariño que nunca pudo recibir de su padre, evitando así que ellos se sintiesen como ella toda su vida. Los años continuaron, uno detrás de otro, y la misma pregunta seguía rondando su cabeza incansablemente. A pesar de todo lo que había sufrido a lo largo de su vida, ella lo quería; ella quería a su padre como a nadie en el mundo, adoraba a la persona que había renunciado a conocerla y a ser feliz a su lado dándole su cariño. Lo peor de todo es que él se había negado a incluirla en su vida por un estúpido motivo.